En esa transformación, «hay tres factores clave: la mejoría de la comunicación con el paciente previendo con mayor precisión el resultado final de la rehabilitación, la posibilidad de recurrir a técnicas menos invasivas (de la que son un buen ejemplo el uso de las guías quirúrgicas mediante la intersección de la imagen de escáner intraoral con la imagen de CBCT) y el proporcionar al paciente el resultado de la rehabilitación final de una forma más rápida o inmediata».
De este modo, la tecnología digital redunda en la confianza que tiene que tener el odontólogo. A través de ella puede potenciar la eficacia de los tratamientos. Además, todo ello influye en un mayor empoderamiento del paciente. Al estar más informado, adopta una exigencia más contundente en la atención odontológica que recibe.
La formación del profesional es imprescindible en todo este proceso y el factor humano sigue siendo determinante para la buena práctica profesional. «Detrás de la máquina siempre ha de estar la figura humana para razonar y definir el hilo conductor que une las diferentes etapas en el proceso del tratamiento. El uso de herramientas tecnológicas no puede diluir el pensamiento biológico orientado a los tejidos que componen la cavidad oral», precisa el Dr. Caramês.
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