¿Puede un pez acabar con las visitas al dentista? Eso es lo que parecen pensar los científicos del Instituto de Tecnología de Georgia que investigan la capacidad que tienen los cíclidos, peces del lago Malawi, de regenerar sus dientes. El objetivo del estudio es poder estimular el tejido epitelial de los humanos para que sea capaz de «producir» nuevos dientes cuando los necesite.
¿Qué hace que estos peces sean tan especiales? Básicamente -y según el estudio que se ha publicado en The Proceedings of the National Academy of Sciences– que mantienen activas las estructuras responsables de la formación de nuevos dientes durante mucho más tiempo que el ser humano. Y es que nosotros, como el resto de mamíferos, sólo disponemos de una oportunidad para cambiar nuestros dientes. Según el profesor Todd Streelman, responsable del estudio, la clave está en “entender las vías que definen el destino de las células en su desarrollo, ya sea dental o sensorial». Y en determinar cuánto tiempo están activos esos mecanismos regeneradores.
Los peces no tienen lengua por lo que disponen de papilas gustativas que conviven con los dientes ocupando, en ocasiones, filas adyacentes. En el caso de los cíclidos de Malawi, se cruzaron dos ejemplares de especies distintas en laboratorio: de ellas, una carece de dientes porque se alimenta de placton; la otra necesita dientes para obtener alimento de las algas y, además, papilas con las que poder distinguirlo.
El resultado de ese cruce, ha dado lugar a una segunda generación, en la que los investigadores pudieron identificar las claves genéticas que hacen posible la variación entre una y otra especies. Sometiendo a los embriones de los peces a distintos tratamientos químicos se favoreció el crecimiento de papilas gustativas frente a la formación de dientes. Sin embargo, en todos los casos, la formación de la mandíbula no se detuvo, al parecer, según indica Streelman, debido a que existen “interruptores del desarrollo programados para cambiar el destino de las células epiteliales comunes a estructuras, ya sea dentales o sensoriales”.
En cualquier caso, lo que se ha comprobado es que papilas y dientes tienen su origen en el mismo tejido epitelial de las mandíbulas de los peces mientras están en fase embrionaria. El tiempo y la genética, determinan que será esmalte y qué tejido blando en forma de papila gustativa.
De todos modos, los mismos responsables de la investigación, señalan que la posibilidad de que seamos capaces de regenerar nuestros propios dientes pasa también por reproducir el crecimiento de nervios y vasos sanguíneos, algo que se antoja aún más complejo.
Mientras, como recuerda el mismo estudio, el 60% de la población sufre la pérdida de varias piezas dentales al llegar a los a los 60 años, asunto que termina comprometiendo seriamente la salud oral y la nutrición. Por eso, mientras la ciencia sigue su curso, en Bredent seguiremos trabajando con el mismo afán del primer día: mejorar la calidad de vida del paciente.